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¿Sabías que las ballenas barbadas cantan?

BALLENAS BARBADAS


En el océano, el sonido guía la vida, desde cantos de ballenas barbadas hasta el crujir de arrecifes que atrae larvas de coral. Escuchar bajo el agua es una cuestión de supervivencia para muchas especies

Bajo la superficie del océano, donde la luz se atenúa y los colores se desvanecen, el sonido se convierte en el lenguaje principal. En ese universo azul, lo que se oye es tan vital como lo que se ve. Desde las majestuosas ballenas hasta los diminutos corales y los discretos cangrejos, muchos animales marinos dependen del sonido para sobrevivir.

“El sonido se propaga con mucha mayor eficiencia en el agua”, explica el Instituto Oceanográfico Woods Hole (WHOI). A diferencia del aire, el agua es más densa, y esa densidad permite que las ondas sonoras viajen más rápido y a mayor distancia. Sin embargo, también pueden distorsionarse con la presión en las profundidades, dificultando ubicar su origen.

Para los cetáceos —grupo que incluye a ballenas y delfines—, el oído es una herramienta de precisión evolutiva. Aunque no poseen orejas externas como los humanos, su sistema auditivo ha desarrollado adaptaciones sorprendentes. Los delfines, por ejemplo, perciben los sonidos a través de almohadillas de grasa en la mandíbula inferior. Estas vibraciones se transmiten internamente hasta llegar a la cóclea, un órgano en forma de espiral que convierte las ondas sonoras en señales eléctricas para el cerebro. En los odontocetos (ballenas dentadas), la cóclea tiene una densidad de células nerviosas mucho mayor que en los humanos, lo que les permite detectar frecuencias muy altas.

“Esto permite a los odontocetos oír frecuencias mucho más altas en el agua”, señala WHOI. Gracias a esta capacidad, pueden ecolocalizar como los murciélagos, ya que emiten chasquidos agudos que rebotan en su entorno y regresan en forma de eco, revelando la ubicación de presas u obstáculos.

Por su parte, las ballenas barbadas como las jorobadas y las azules cantan. Sí, cantan. Emiten sonidos graves que pueden viajar miles de kilómetros a través del océano. Estos cantos de baja frecuencia sirven para atraer parejas, comunicarse con otros miembros de su especie y quizás, como algunos científicos especulan, también para orientarse en la vasta inmensidad marina.

Pero los oídos del océano no terminan ahí. Animales mucho más pequeños también escuchan. Los corales, esos arquitectos del arrecife, utilizan el sonido como guía en sus primeros días de vida. Las larvas de coral, del tamaño de un grano de arena, flotan por el mar hasta encontrar un lugar donde asentarse. Y no eligen al azar: se sienten atraídas por el sonido de un arrecife saludable. “Un arrecife sano vibra con los gruñidos y chirridos de los peces y el crujido de los camarones”, detalla WHOI. Si un arrecife está silencioso, posiblemente esté muerto, y las larvas lo evitarán.

Los crustáceos, como cangrejos y langostas, también son sensibles al sonido. Cubiertos de pelos microscópicos llamados setas, perciben vibraciones sutiles. Además, cuentan con sacos internos llenos de líquido —los estatocistos— y sensores en sus articulaciones. Usan esta compleja red sensorial para encontrar refugio y evitar peligros.

En un mundo donde los sonidos del océano están siendo ahogados por la actividad humana, entender cómo y por qué escuchan los habitantes del mar es crucial. Porque cuando el océano habla, muchas vidas dependen de que escuchemos también.

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