Sostenibilidad, ¿cómo transitar de la recomendación a la obligación?
Cada empresa e institución debería establecer por iniciativa y obligación propia un marco oficial, creativo, innovador, integrador, sólido y serio a corto, mediano y largo plazo respecto a las acciones en pro de sostenibilidad propia
Dr. Josué Aarón López Leyva
Coordinador Académico de Ingeniería en Energías Renovable de CETYS Universidad Campus Internacional Ensenada
En la actualidad, prácticamente todas las empresas, gobiernos, asociaciones e instituciones usan como estandarte el término de sostenibilidad en el discurso público implícita o explícitamente, lo cual las proyecta como instancias responsables en un sentido muy particular a nivel local, nacional e internacional, como soporte a la competitividad de estas. De hecho, para ciertos reconocimientos, certificaciones y permisos nacionales e internacionales se requiere la evidencia de la mejora continua, relacionada con la sostenibilidad de acuerdo con el giro particular del solicitante.
De manera particular, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha establecido 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), como un marco de trabajo homologado en el cual, diversas empresas, gobiernos e instituciones puedan maniobrar de acuerdo con sus servicios, programas y acciones diversas.
Sin embargo, al parecer, muchos aspectos relacionados con la sostenibilidad están etiquetados como una recomendación (un llamado a la conciencia). Es decir, la existencia o inexistencia de evidencia relacionada con la sostenibilidad de una empresa solamente tendría implicaciones directas en la opinión de la instancia externa de la cual se busca un reconocimiento, certificación o consentimiento; o bien, algunas consecuencias particulares de acuerdo con la legislación vigente, pero aun con eso, las implicaciones de no tener una empresa sostenible pudieran percibirse como mínimas.
Otros aspectos
Además, la etiqueta de recomendación podría estipular que, también el cuidado al medio ambiente y a la sociedad son una electivas u opciones (mas no el beneficio económico). Es decir, al no tener una exigencia clara de una instancia externa, no se tendría la obligación natural de realizar acciones enfocadas a mejorar los indicadores de sostenibilidad de una empresa, partiendo del hecho de que la empresa tuviera dichos indicadores institucionalizados, lo cual no es común en todas las empresas e instituciones. Y en caso de que una institución comercialice de alguna manera con el término de sostenibilidad, muy pocas tienen metodologías propias o adaptadas e indicadores como parte del ciclo de mejora continua de la sostenibilidad propia. De esta manera, pareciera que la sostenibilidad es una opción, lo cual no conviene a nadie a mediano y largo plazo.
Al mismo tiempo, en muchas ocasiones, se debe realizar acciones de convencimiento personal con herramientas políticas; administrativas; y económicas para transmitir y persuadir sobre la importancia obvia de una empresa, institución o industria sostenible. En muchas de las ocasiones el poder y beneficio económico pareciera que da la libertad y derecho de no considerar realmente a la sostenibilidad; ya que hipotéticamente es posible enmendar los efectos negativos con una dádiva económica o de algún otro tipo.
Por ejemplo, existen empresas e instituciones que, aunque son consumidoras importantes de agua y energía no cuentan con sistemas de gestión integral para el uso eficiente del recurso hídrico y energético (aunque existen estándares relacionados). También que, aunque tengan varias unidades automotrices, no tienen programas para la reducción de su huella de carbono relacionada con ellas, entre otros aspectos particulares.
De la recomendación a la obligación
Entonces, ¿cómo transitar de la recomendación a la obligación? Considero que, primeramente, la obligación debe de ser entendida como inherente al ser humano; sin esperar un marco legal previo al respecto. Después, cada empresa e institución debería buscar hacer bien sin esperar el engrandecimiento del externo; es decir, no esperar a la exigencia de una entidad externa para aplicar metodologías que permitan mejorar de manera gradual y sistemática la sostenibilidad de la empresa e institución bajo los indicadores propios acorde a sus necesidades. En este aspecto, algunas empresas e instituciones han establecido acciones y programas para la sostenibilidad que, en sí mismos no son sostenibles. Es decir, no cuentan con recursos humanos calificados; recursos económicos; una metodología bien definida; y solamente parecieran ser la reacción a un estímulo de comparación con otras instituciones y parte de un proceso de mercadotecnia.
Finalmente, cada empresa e institución debería de establecer, por iniciativa y obligación propia, un marco oficial; creativo; innovador; integrador; sólido; y serio a corto, mediano y largo plazo respecto a las acciones en pro de sostenibilidad propia, bajo una metodología e indicadores bien definidos. Lo anterior no implica ignorar las mejores prácticas de otras empresas e instituciones; más bien, esto permitirá mejorar el marco oficial dentro de un proceso de mejora continua.
Por otra parte, se entiende que, algunas empresas (pequeñas y medianas) tienen problemas y circunstancias diarias para mantener su rentabilidad; por lo que es importante que las instituciones educativas establezcan y desarrollen primeramente programas innovadores de sostenibilidad aplicados en sus mismas instalaciones; y después procurar extrapolar las técnicas y beneficios como apoyo a otros sectores. En caso contrario, la sostenibilidad continuará siendo ilusoria y mercadológica, pero los efectos negativos no lo serán.