Mujer y agua: Leonor Díaz, medioambientalista cuenta su historia con el Río Verde
Leonor Díaz Santos, defensora del Río Verde, ahí donde confluyen los ríos Atoyaquillo y Colorado cerca del pueblo de Santiago Ixtayutla en Oaxaca, cuenta cuál es su experiencia como medioambientalista y mujer
Mi nombre es Leonor Díaz Santos, me identifico como mujer afromixteca y me conocen como Leo. Me encanta que me llamen así. Como
mujer he ido pasando por diferentes procesos de formación.
Ser mujer indígena
No ha sido fácil, también he tenido que derramar lágrimas para obtener y lograr mi derecho a la libertad. También a tener conocimientos que me ayuden a crecer como mujer y a organizarme con otras mujeres que buscamos un mundo libre de violencia. Muchas veces hemos enfrentado los rumores y chismes de otras personas que no miran bien que salgamos fuera de casa. Es un gran reto enfrentarse a los rumores o chismes, sobre todo cuando vienen de las compañeras. Convencer al esposo es lo más difícil y complicado que he vivido.
Antes mi tarea sólo era dedicarme a los quehaceres del hogar, cuidar de mi familia. Con los años conocí a las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), me gustó su enseñanza de ellas en lo social, y formé parte de proyectos alternativos, sin descuidar a mi familia y las labores del hogar. Las CEBS fueron el punto de partida para involucrarme en otras actividades, conocí a otras mujeres, organizaciones civiles que luchan por las causas justas y los derechos humanos de las personas.
Poco a poco fui perdiendo el miedo y me fui dando cuenta de que si nos organizamos con otras mujeres otro mundo es posible.
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El Río Verde
He conocido mujeres profesionistas, campesinas, amas de casa, organizaciones como EDUCA, Ecosta Yutucuii, Copudever y la Redecom. Quienes me han compartido sus conocimientos y me han capacitado en diferentes aspectos. Entendí que como mujer podemos lograr muchas cosas si nos lo proponemos. Podemos salir, formarnos en otros espacios, nuestro lugar no está solo en la cocina, en los quehaceres del hogar.
Mi espíritu de lucha es defender el Río Verde, mi territorio, junto con las mujeres del Copudever, siendo hija, madre, esposa, catequista, darle acompañamiento a otras mujeres que padecen violencia en el hogar. Me gusta bordar la chaquira para hacerme mis propias blusas, estudiar música y cantar en el coro de la iglesia.
Mi experiencia en estos 15 años que llevo en el Copudever en la defensa del río Verde y el territorio me han fortalecido; conociendo experiencias de organización comunitaria de los pueblos. Al ver como se organizan para llevar sus asambleas comunitarias y tomar sus acuerdos internos. Eso me ha llenado de valor y fortaleza para ir perdiendo el temor y así participar en movimientos sociales; como son marchas en rechazo al proyecto hidroeléctrico Paso de la Reyna, conferencias de prensa, conversatorios y en las reuniones bimensuales de organización interna del Copudever.
Me llena de alegría y de gran satisfacción poder representar a la Comisión de Pastoral Social siendo el enlace entre el Copudever y la Diócesis de Puerto Escondido para seguir defendiendo nuestro río Verde y la vida de los pueblos. He conocido otros movimientos en otros estados y otros países. Saber que existen redes y que organizados y articulados podemos hacer frente a los intereses mezquinos que se quieren adueñar de nuestros territorios, aprender que una lucha no se gana con facilidad, sino con mucho esfuerzo hasta dar la vida.
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El riesgo de ser medioambientalista
Si hablamos de sentimientos les podría decir que hubo momentos en que me sentí muy frágil y pequeñita con ganas de salir corriendo y decir esto no es para mí. Quizás lo dije porque en el Copudever en sus inicios todo estaba muy bien reíamos y cantábamos tarareábamos juntos una canción con mis compañeros y compañeras defensores comunitarios; celebrando nuestros logros con mucha alegría. Pero una tarde todo esto se tornó de rojo (sangre) y comenzaba a vivir otro momento.
De pronto me llené de angustia, dolor, llanto, tristeza y desesperación, impotencia, de ver muy lejos la justicia para mis compañeros defensores comunitarios asesinados por defender el Río Verde, ese río que yo también amo y defiendo y con quienes compartí momentos de alegría: Fidel, Jaime, don Filogonio.
Ellos son semillas que germinaron en mi corazón y comienzan a dar sus frutos. Retomo fuerzas y energías para seguir en la defensa del Río Verde sintiéndome fortalecida y con deseos de seguir adquiriendo conocimientos en procesos organizativos y comunitarios.
El Copudever ha sido para mí una escuela donde voy formándome con talleres y aprendiendo diferentes procesos organizativos, que tanto mujeres como hombres tenemos los mismos derechos. Podemos participar en la toma de decisiones para seguir defendiendo nuestro territorio, que somos autónomos. La participación de la mujer es muy importante en estas luchas, y no intervienen líderes políticos.
Texto tomado de la Revista El Topil, puedes revisar más aquí.
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