¿La genética influye en la obesidad?
A pesar de que las causas son múltiples y complejas, los genes predisponen a ingerir más calorías y a gastar menos energía. Desgraciadamente, especialistas estiman que en 2035, una de cada cuatro personas en el mundo tenga obesidad.
Para algunos expertos, es una dolencia. Para otros, es un estado que acelera el envejecimiento y aumenta el riesgo de tener enfermedades cardiovasculares, cáncer o diabetes. Sea como fuere, estar muy gordo comporta cargar otro peso: el de la culpa y la angustia, alimentadas por juicios propios y ajenos. Pero las causas de la obesidad son múltiples y complejas. No dependen solo de decisiones individuales. Y la genética desempeña un papel relevante en esta.
Adicción a grasas y azúcar, una predisposición antigua
Por un lado, como explica Salvador Macip, médico, investigador y director de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), el peso de las personas sigue, sencillamente, las leyes de la física. “La energía y la masa ni se crean ni se destruyen. Por lo tanto, nuestro peso depende de lo que ingerimos y de lo que gastamos. Son matemáticas”, empieza. La cuestión, subraya, es que, a la hora de la verdad, no es tan fácil hacer estas sumas y restas, porque la entrada y la salida de calorías están condicionadas por muchos factores: individuales, sociales y socioeconómicos.
Entre dichos factores hay los genes. Nuestro genoma nos predispone a ingerir alimentos muy calóricos. Cuando los vemos, los probamos o los olemos, se activa el circuito del hambre: “La disponibilidad de comida en la naturaleza no es homogénea y los humanos, como el resto de los animales, hemos evolucionado para buscar alimentos calóricos. El cuerpo nos empuja a ingerir alimentos grasos y con azúcar, porque no sabe cuándo podrá volver a comer. Claro está que en los países desarrollados hoy ya no tenemos este problema de disponibilidad, pero nuestro cuerpo continúa funcionando así”, detalla este doctor en genética molecular y fisiología humana.
Todo ello, acompañado del provecho que la industria alimentaria ha sacado de esta tendencia ancestral, favorece el sobrepeso y la obesidad. “La accesibilidad a los alimentos las 24 horas del día y el hecho de que la industria diseñe productos altamente apetecibles y adictivos lo pone difícil a las personas que tienen sobrepeso u obesidad”, advierte Andrea Arroyo, que es nutricionista, psicóloga, doctora en biomedicina y coautora del libro Psicología de la alimentación.
Además, las características genéticas de algunas personas hacen que tengan más tendencia a caer en la tentación. “Hay personas que, genéticamente, presentan más dificultades para resistir los mecanismos de recompensa que nos proporcionan estos alimentos. Es decir, que hay personalidades más adictivas”, añade Macip.
Alguna vez, fue benéfico tener un metabolismo lento
Igualmente, la genética puede determinar las calorías que gastamos. En este caso, se observan importantes diferencias individuales de base, destaca el profesor de la UOC. “Hay metabolismos muy lentos. Evolutivamente, esto era positivo, porque significaba que con menos comida, podías vivir más tiempo. Las islas del Pacífico son un ejemplo de ello. Se poblaron navegando de la una a la otra, y en el viaje mucha gente se moría de hambre. Solo llegaban los que presentaban un metabolismo más lento. Mientras han vivido con los recursos que tenían, ningún problema, pero cuando ha llegado la alimentación occidental y la comida rápida, la obesidad ha aumentado muchísimo”, ilustra el investigador.
Las personas con un metabolismo lento no pueden cambiarlo, aclara, pero sí es cierto que el ejercicio físico y el aumento del tejido muscular lo aceleran, de forma que esta es una buena solución para regular el peso.
Puede ser efecto regulador de emociones
Para las personas con obesidad, concentrarse en ingerir menos calorías y hacer ejercicio puede ser un paso en la asunción de la responsabilidad de cuidarse, así como entender que hay otros aspectos que los influyen: “El descanso y la calidad del sueño también están relacionados con la obesidad. Y la microbiota intestinal que, a la vez, está afectada por el estado psicológico“, explica Andrea Arroyo, también investigadora de la UOC. Así pues, cuidar el estado psicológico es clave, porque “estas personas suelen utilizar la comida para regular sus emociones y algunas tienen sintomatología compatible con trastornos de la conducta alimentaria”, detalla la experta.
Y el tema no acaba aquí. Para que todo esto se alinee en favor de la salud, hay otro aspecto fundamental, que es la situación socioeconómica: “Sabemos que el código postal es el principal predictor de la esperanza de vida”, sentencia Macip. Y este hecho no se cambia de un día para otro.
Por todo ello, el acompañamiento de la familia y del entorno, pero también de un profesional de la psicología, puede ser de gran ayuda. En este sentido, Arroyo pide más conciencia de los profesionales sanitarios que traten a las personas con obesidad, ya sea para hacerles seguimiento, para prescribirles fármacos o para estudiar si les puede ir bien una cirugía bariátrica. “Hay mucha gordofobia entre los profesionales de la salud”, denuncia.
Ambos especialista recordaron que quienes padecen obesidad necesitan hacer un importante ejercicio de aceptación: “La obesidad muestra un carácter crónico. Siempre tendrán que estar luchando contra esta condición. Aceptarlo no es fácil”.
TE PUEDE INTERESAR ♦ Cinco consejos para conseguir una mejor sonrisa