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Cultura y su papel en la Agenda 2030

Cultura Agenda 2030


La cultura sigue quedándose fuera del marco de acción planteado por la mencionada Agenda 2030, reconocida por toda la sociedad como una hoja de ruta a nivel global

Ha supuesto un antes y un después en lo referente al desarrollo sostenible, pero sus objetivos ponen en el centro el triple impacto económico, social y ambiental, sin centrarse en la aportación cultural.

Ante esta situación, es necesario mencionar que la cultura no solo contribuye como sector de actividad, sino también como elemento intrínsecamente presente en otros sectores.

La salvaguardia y promoción de la misma, además de representar un fin en sí mismo, contribuye directamente a la consecución de diversos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); como los relacionados con las comunidades y ciudades sostenibles, el trabajo docente y el crecimiento económico, la reducción de las desigualdades, el medio ambiente o la promoción de la igualdad de género.

Sobre la base de todo esto, su papel puede considerarse como un motor que contribuye directamente a la obtención de beneficios económicos y sociales, y también como un vector que mejora la eficacia de las intervenciones de desarrollo.

A través del enfoque sesgado que muestra la Agenda 2030, se produce una pérdida de reconocimiento y una reducción de su visibilidad como medio imprescindible para el camino hacia el desarrollo sostenible global.

De hecho, a lo largo de la historia, hemos visto cómo la cultura ha tenido la capacidad de aportar valor por medio de cambios sociales transformadores que han conseguido promover valores, creencias, creatividad, innovación y participación.

En definitiva, ha contribuido en un evidente desarrollo de la humanidad mediante la creación de tejido cultural local y la promoción de alianzas entre comunidades, y todo este valor no puede quedarse fuera de las direcciones marcadas por los ODS.

Por su parte, la sostenibilidad ha sido entendida tradicionalmente como un modelo de gestión de los recursos ambientales, sociales y económicos, de manera que no comprometan ni pongan en riesgo a las generaciones futuras. Y ya son muchos los expertos en sostenibilidad los que consideran la cultura como el cuarto pilar del desarrollo sostenible.

Tal y como se refleja en algunos de los informes recién mencionados, cada vez son más los países que ven en la acción cultural una herramienta con gran capacidad de cambio y desarrollo por favorecer la erradicación de la pobreza, generar y fomentar espacios abiertos a la igualdad de género; y la inclusión de personas en riesgo de exclusión o colectivos desfavorecidos, o por ser capaz de impulsar un crecimiento económico desde una mirada menos convencional mediante el impulso a industrias innovadoras.

En definitiva, a pesar de que la Agenda 2030 no dedica un objetivo exclusivamente a la cultura, es importante poner en valor cómo la comunidad internacional ha incorporado numerosas menciones a la misma, así como a la innovación, el patrimonio cultural o a las industrias culturales y creativas en numerosas metas de distintos objetivos.

La Resolución aprobada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015, “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, ya reconocía la importancia de lo cultural.

Es un largo camino el que todavía queda por recorrer, pero, afortunadamente, vemos cómo ya son muchas las ideas que empiezan a tener en cuenta el verdadero papel de la cultura y su potencial económico; al igual que poner en valor la forma de conexión y expresión de nuestra diversidad territorial, lenguas y características regionales que supone.

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