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Mujeres que defienden la tierra enfrentan la muerte, revela informe

MUJERES QUE DEFIENDEN LA TIERRA


Una dolorosa radiografía de la violencia que enfrentan las mujeres que defienden la tierra y protegen los recursos naturales, con motivo del Día Internacional de la Madre Tierra, se dio a conocer por la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras)

El informe se llama “La tierra, para quienes la trabajan y la defienden. 10+ Años de agresiones contra defensoras de la tierra, el territorio y los bienes naturales en Mesoamérica (2012-2024)”. Revela que entre 2012 y 2024 se registraron 9,629 agresiones contra mujeres defensoras de la tierra, el territorio y los bienes naturales.

Además, al menos 35 defensoras fueron asesinadas en El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua. Estas cifras representan el 22.3% del total de agresiones documentadas contra defensoras de derechos humanos en la región, convirtiendo a este grupo en uno de los más violentados.

Este patrón de violencia no es casual

El informe señala que las agresiones están directamente relacionadas con el modelo capitalista extractivista que domina Mesoamérica, el cual impone proyectos sobre territorios ancestrales sin el consentimiento de sus habitantes. A esto se suman estructuras de opresión racista, clasista y patriarcal que históricamente silencian y desplazan a mujeres indígenas, garífunas y afrodescendientes.

“En todos los territorios donde hay pueblos indígenas y afrodescendiente con los últimos recursos del planeta, las defensoras reciben agresiones directas por la defensa de la tierra y el territorio (…) Tiene que ver con un exterminio ya que para hacer avanzar el modelo extractivo se llevan a quienes lo cuidan y lo protegen”, denuncia Melissa Cardoza, defensora hondureña citada en el informe.

La evolución de las agresiones ha tenido tres picos críticos. En 2017, tras el asesinato de Berta Cáceres; en 2020, con la militarización de los territorios durante la pandemia; y en 2022, cuando aumentaron los desalojos forzosos y la represión legal contra defensoras.

Historias que duelen

El caso de Berta Cáceres, lideresa lenca asesinada en Honduras, se convirtió en símbolo de la lucha, pero también en una alerta sobre la sistematicidad de la violencia. Casos como el de Francisca Ramírez en Nicaragua o el de Miriam Miranda en Honduras muestran cómo las agresiones se repiten con impunidad. En México, la criminalización de la abogada amuzga Kenia Hernández, encarcelada por su activismo, mostró el uso del sistema judicial para frenar la resistencia.

Una de las historias que más indignación ha provocado es la de la comunidad de Santa Marta, en El Salvador, donde sus líderes sufrieron la criminalización tras lograr en 2017 la histórica prohibición de la minería metálica. Esa victoria fue revertida en diciembre de 2024, cuando el gobierno legalizó nuevamente la minería, mostrando cómo los avances pueden deshacerse “según la voluntad del gobierno de turno”. También destaca la situación de Agua Blanca Sur, en Honduras, donde los desalojos violentos perpetrados por fuerzas públicas continúan afectando a comunidades enteras.

“El carácter colectivo de estas agresiones se debe a que la defensa de la tierra y los bienes comunes no es individualizable, ya que sin comunidad y colectividad no es posible defender el territorio”, explica el informe.

México, una bandera roja

México, Honduras, Guatemala y Nicaragua figuran entre los 10 países del mundo con más asesinatos por defender la tierra y el medioambiente, según Global Witness. Además, grandes porciones del territorio están concesionadas para explotación minera: 11% en México y 23% en Nicaragua, por ejemplo.

Pese a este panorama, las defensoras siguen firmes. Defienden la tierra como “el lugar donde descansan nuestros ancestros y donde encontramos identidad y arraigo”. Luchan por el agua, los bosques y las semillas, pero también por el derecho a decidir sobre sus cuerpos y territorios. Para ellas, defender la tierra es defender la vida, y hacerlo en Mesoamérica significa resistir en un territorio hostil. Aun así, estas mujeres no se rinden. Y su resistencia sigue siendo una luz que incomoda a quienes han hecho del despojo su modo de operar.

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