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Energía limpia e incentivos políticos

energía limpia


Fernando Villela Aranda*

En México se vive un momento muy complejo en su sector energético. Por un lado, la tendencia a nivel mundial es la transición del uso de hidrocarburos hacia fuentes limpias o verdes de energía.

Para el país, dicha transición es especialmente complicada políticamente; como resultado de la Revolución Mexicana, de inicios del siglo XX, el sector energético quedó como monopolio exclusivo del Estado y símbolo político de la defensa de la soberanía nacional en el llamado nacionalismo revolucionario. Las industrias petroquímica y eléctrica fueron exclusivas del Estado mexicano.

La Reforma Energética de 2013

En 2013, la administración del ahora expresidente Enrique Peña Nieto logró el éxito más importante de su periodo. Es irónico que una de las peores gestiones presidenciales en la historia de México logrará uno de los mayores éxitos en el proceso de liberación económica.

La Reforma Energética permitió que la nación se involucrara activamente en la transición energética, aprovechando las ventajas geográficas para la generación eólica, solar de electricidad, entre otras libertades económicas.

Si bien, a quien escribe le hubiera gustado que la reforma hubiera sido más agresiva, la apertura en el sector eléctrico mexicano desde 2013 implicó una ventaja competitiva para atraer inversión nacional y extranjera.

Desafortunadamente, el gobierno de Peña Nieto fue uno de los más frívolos y corruptos. En la elección de 2018, un país cansado de corrupción, de la violencia y de una administración ajena a sus intereses, votó por un político encantador, de soluciones mágicas, autoproclamada superioridad moral y halo de izquierda.

Andrés Manuel López Obrador fue elegido presidente de México y su gobierno se ha propuesto revertir la liberación económica y política de los últimos treinta años. Esto implica la búsqueda de la recaptura de la industria energética mexicana por el Estado y revertir los avances en fuentes limpias, en favor de mantener a los hidrocarburos como el centro de la política energética mexicana.

Parlamento Abierto

La tercera semana de enero inició la discusión en el Congreso mexicano de una propuesta de contrarreforma energética. Así que, mientras el mundo se mueve hacía las energías verdes, el país va en sentido contrario.

Para entender una de las consecuencias de este grave error, vale la pena revisar el artículo “Corporate ‘green gold’: state policy implications for wind and solar energy buyers”, de la doctora Beth Davis-Sramek (Harbett College of Business, Auburn University).

La presión sobre grandes empresas para que reduzcan la emisión de gases invernadero, por parte de clientes, ONG, gobierno, los ha llevado a plantearse el objetivo de consumir 100% de energía de fuentes verdes y renovables.

Por ejemplo, Amazon.com y Walmart se han puesto el año 2025 para lograr esto, teniendo para febrero de 2021, 42% y 29% de avance, respectivamente. Hasta ahora, la estrategia de ambos gigantes ha sido la eficiencia energética.

El 28 de octubre de 2021, Tom Switzer, director ejecutivo del Centre for Independent Studies, publicó en Wall Street Magazine “Net Zero by 2050? Don’t Plan on It”, donde argumenta que estas metas no serán alcanzadas. Sin embargo, análisis de Beth David Sramek apuntan a una serie de estrategias para lograrlo.

Tanto Amazon como Walmart dependen de sus proveedores de energía para lograr esta meta. Deben encontrar suficientes proveedores de energía verde, situación que actualmente en Estados Unidos no es posible.

El caso Estados Unidos

Apenas el 17% de la energía americana proviene de fuentes renovables, frente a un 20% nuclear, 23% carbón y 38% gas natural (US Energy Information Administration, 2019). Pero EE. UU. no tiene una única red eléctrica.

Cada uno de los 48 estados continentales tiene sus propias leyes y regulaciones, que a su vez están interconectadas en tres redes: Este, Oeste y Texas (el estado de la “Estrella Solitaria” es el único que no conecta su red con la de algún otro estado). Las leyes y regulaciones federales solo afectan estas interconectividades entre estados.

En Estados Unidos existen tres modelos para la venta de energía. La energía eléctrica es un commodity con mercados mayoristas y minoristas.

El primer modelo es de mercados 100% regulados, en los que no hay competencia, ni en mayoristas ni en los minoristas, como el caso de Alabama.

El segundo modelo son mercados desregulados que permiten distintos niveles de competencia a nivel de minoristas; por ejemplo, Texas.

Y el tercer modelo es el de mercados reestructurados que permiten una amplia competencia mayorista, lo que ocurre en Oklahoma.

El modo más común para la adquisición de energía eléctrica verde son los offsite third party power purchase agreements (PPA). En ellas, el comprador y vendedor de energía llegan a un acuerdo: se fija un precio, una cantidad de energía y un plazo de tiempo; entonces, el vendedor realiza la inversión en infraestructura para surtir al comprador.

La entrega de dicha energía puede ser a través de mayoristas (donde se realizan ajustes al precio en caso de ser necesarios) o conectada directamente a la corriente del comprador.

En todos los casos, las regulaciones estatales influyen en la posibilidad de firmar este tipo de contratos. En estados con pocas regulaciones, como Texas, presentan una ventaja competitiva para la atracción de inversión privada.

Combinado con su geografía, el 43% de la capacidad de producción eléctrica de Texas viene de contratos PPA y es el puntero de la nación en este rubro. Y se proyecta que ese estado será el principal responsable del crecimiento del uso de energías renovables en América.

Por su lado, Oklahoma es un estado con un mercado reestructurado donde no hay mercado de minoristas, pero sí de mayoristas; no cuenta con las ventajas de su vecino al sur, aunque tiene una posición favorable para la firma de contratos PPA.

Un tercio de su energía es producto de fuentes renovables. EL 90% de su energía renovable viene del viento.

Oklahoma es la segunda entidad con mayor cantidad de contratos PPA. En corto, carece de todas las ventajas de Texas, pero su desregulación ha permitido aprovechar nuevas fuentes de energía y ser un jugador importante en esta industria.

Por último, Alabama, con un mercado 100% regulado y donde la industria del carbón e hidrocarburos tiene un fuerte peso político, se va rezagando en su capacidad para atraer inversión. Ocupa el lugar 50 en facilidades para comprar energía de fuentes renovables. Solo el norte del estado ha sido capaz de atraer inversiones, pues su energía llega de Tennesee.

México debe sacar varios aprendizajes del escenario americano: a mayores regulaciones y monopolios, peores condiciones para la atracción de inversiones, infraestructura y desarrollo económico e industrial.

Este tipo de discusiones y decisiones no deben hacerse desde posturas ideológicas, sino con la mirada en generar ventajas económicas para las regiones. Porque para las comunidades y estados la política energética federal no es un problema político, sino económico.

*MBA Fernando Villela Aranda. Egresado de la carrera de Filosofía por la Universidad Panamericana de la Ciudad de México. Cuenta con un MBA del IPADE. Es experto en dirección de empresas, en temas de administración y gestión de negocios. Actualmente es académico y consultor.

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